19 agosto, 2010

Eterna solidaridad

18 de agosto, día de la solidaridad y todos nos acordamos que existen personas que nos necesitan. Pero ¿qué sucede el resto del año?

“Nuestro país no es un país solidario, cada uno vela por su metro cuadrado; es una sociedad egoísta. Chile es un país infeliz”. Así de categórico es Pepe para hablar de eso que tantas veces nos ha hecho sentir orgullosos.

Hace nueve años, un desajuste laboral dejó a este hombre, de pelo blanco y 2 metros de altura, viviendo en la calle. Convivió con la violencia, la drogadicción y la delincuencia, sin embargo, asegura que fue una experiencia enriquecedora. Ésta es su visión de la solidaridad.

¿Qué es para ti la solidaridad?

La solidaridad tiene que ver con un concepto fundamental que es verte a ti en el otro. Esto implica un acto de profundo contenido moral en el que todos somos parte de lo mismo, como un todo. Por lo tanto, si yo sufro, tú también sufres; lo que yo hago repercute en el otro.

¿Cómo crees que se desarrolla la solidaridad en nuestra sociedad?

En nuestra sociedad las personas son muy competitivas y andan todas como caballito de carrera, por eso Chile es un país infeliz. No se detienen a mirar a su alrededor, pero hay un aparatito, que es la televisión, que les ayuda a acordarse. Ahí tenemos el “Chile ayuda a Chile” con el terremoto, la Teletón, Navidad y paremos de contar. La tele es un estímulo que genera instancias de solidaridad, pero son muy pocas y momentáneas.

¿Cómo era tu vida cuando vivías en la calle?

Yo era gerente de una empresa de locomoción colectiva y tuve unos problemas con mi empleador que me dejaron en la calle. Viví en la Posta Central y ahí había un clima de violencia permanente. Los que viven en la calle son algunos alcohólicos, drogadictos, otros que sólo se fueron a la calle por problemas familiares y muchos del barrio alto porque tienen sida y en sus casas no los aguantaron. A muchos les gusta vivir en la calle; es lo único que conocen porque viven ahí desde chicos. En la calle hay un problema social profundo y si te das cuenta no hay ningún programa a nivel de Gobierno o intendencia para superar eso, pero bueno, ahí cada uno hace sus grupos y yo estaba con los más tranquilos. Me dedicaba a observar y me hizo entender muchas cosas. Fue realmente una experiencia enriquecedora.

¿Cómo viviste la solidaridad cuando estabas en la calle?

Mira, la solidaridad en la calle es focalizada y escaza. Hay niveles, por ejemplo grupo por afinidades que asumen la solidaridad entre ellos. Otro es el nivel institucional del que se hace cargo la iglesia católica con el Hogar de Cristo y parroquias que hacen comedores abiertos y nos les dan almuerzo o la Fundación Las Rosas que cuando yo estaba nos daban la opción de ir a bañarse. También hay grupos evangélicos que van a cantar y hacer compañía. Otros grupos espirituales son los Hare krishna que en general nos daban comida. Pero la gente común y corriente no. De hecho en un condominio que había cerca de la Posta Central, a veces dormían en la vereda y la gente salía en la noche, no para ayudar, sino que para echarlos porque hacían ver feo el lugar.

A mí me tocó estar una vez en el centro y una niña como de 18 años venía corriendo como arrancando muy asustada. Nosotros la acogimos y yo la escondí bajo mi manta. Después nos contó que la perseguían unos Punks porque se había escapado del rito de iniciación que consistía en tener relaciones con todos los integrantes. Le dimos tecito y se fue cuando amaneció. Era nuestra manera de ser solidarios.

¿Cómo consideras a nuestro país en este ámbito?

Mira, nuestro país no es un país solidario, al final cada uno vela por su metro cuadrado, pero cuando vives una experiencia tan fuerte como vivir en la calle, tratas de hacer cosas para que otros no lo hagan. Por eso vamos con un grupo a un hogar de niñas de La Pintana a darles un almuerzo completo con ensalada, plato de fondo, postre y todo. Vamos una vez al mes, pero es sólo un pretexto. Al final vamos a darles cariño. Es lo que te decía, eso de verse en el otro. Cuando nosotros vamos, vamos a amar para que ellas se sientan amadas.